Una de las cosas más importantes que hacemos durante nuestra vida es comunicarnos y relacionarnos con los demás, y esto lo solemos hacer mediante el habla.
No obstante, ¿qué importancia le solemos dar?, ¿cuánta atención le ponemos? y ¿cuánto nos preparamos para ello?
Séneca, una de las personas más influyentes de su tiempo, y tutor del mismísimo emperador, nos dice lo siguiente en la carta nº40 que escribió a su amigo Lucilio al enseñarle sobre este tema:
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“La pronunciación debe ser comedida, como la vida; pues no hay orden en nada que se precipita y se acelera.«
«Penetra con más facilidad lo que se está esperando que lo que pasa volando.«
“No se entrega lo que huye, lo que pasa rápido y sin que de tiempo a cogerlo.«
Habla de manera sencilla y que sea fácil de entender, a la vez que te dedicas a la verdad, ya que lo que suele encontrarse habitualmente poco tiene de verdad.
El valor debe ser mayor al ruido que se hace, y no al revés.
«Suaviza lo que te aterra, reprime lo que te irrita y aléjate de lo que te engaña. Refrena la sensualidad y aléjate de la avaricia.»
Todo esto debe hacerse despacio; ¿o es que algún médico cura a los enfermos de manera inmediata?
¿Qué se puede juzgar del alma de aquellos que sueltan las palabras sin control y que no pueden reprimirlas?
Al igual que el que corre por una pendiente no detiene sus pasos allí donde decide, sino que es arrastrado por el peso de su cuerpo y llevado más lejos de lo que quiso; así como la rapidez en el hablar ni es dueña de sí misma ni apropiada para una persona sabia;
“Debemos colocar las palabras no lanzarlas y avanzar paso a paso.”
«¿Y qué hay de levantar la voz? ¿no se levantará también alguna vez?«
¿Por qué no?, pero manteniendo la dignidad moral y controlando esa fuerza que se arranca excesiva en ocasiones.
Hagámoslo de forma regulada y que se parezca más a una ola constante que a un torrente.
Tratemos de que no nos pueda el sentimiento de ostentación, y evitemos llenar el ego hablando de manera apresurada y con más palabras de las que los oídos puedan soportar.
Habla despacio.
Habla con rectitud.
Habla como si todo el mundo te estuviera escuchando.
Y hablando de hablar, no puedo resistirme a acabar la meditación de hoy recordando una cita del genio Ludwig van Beethoven (1770-1827) que mi primo Manu compartió conmigo unos días atrás:
«Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo.”
Si te ha gustado este tema te recomendamos la lectura de la Meditación diaria IV: Cómo ser bienvenidos en cualquier parte y la Meditación Diaria XI: No necesitas amigos… ¿O si?
#TOCAVIVIR
Antes de despedirnos por hoy, desearte un muy feliz y provechoso día, y recordarte que si te ha gustado esta meditación diaria, puedes suscribirte al podcast y compartirla con alguien cercano a quien pienses que le puede venir bien. ¡Gracias y hasta mañana!
Libro empleado
La meditación de hoy está inspirada en la Carta XL del libro «Cartas a Lucilio», titulada «La elocuencia conviene al filósofo”.
*Los libros empleados y mencionados en las Meditaciones Diarias y posts de tocavivir.com puedes encontrarlos en el apartado «Libros» que encontrarás en el Menú Superior.