Siglo XXI, tecnología y avances que jamás hubiéramos creído hace 20 años. Una sociedad llena de comodidades y todas las facilidades posibles a nuestro alcance.
Si estás leyendo esto, probablemente tengas un techo, una cama cómoda, una nevera con comida y no tengas dificultades para afrontar tus días. Entonces, ¿cómo se explica que teniendo todo esto, estemos enfermando más, sufriendo depresiones y huyendo constantemente de la realidad que nos rodea? Es un poco paradójico que vivamos peor en la que parece ser la mejor época.
Quizá si miramos al pasado más cercano demos con la solución. Fíjate en tus abuelos y encontrarás respuesta a muchas de las dudas que tenemos acerca de cómo debemos vivir.
lujos, ¿para qué? Mejor pasar tiempo con sus nietos
Es difícil ver a nuestros abuelos trabajando para comprar algún bien lujoso con el que presumir delante del resto. Ellos tienen muy claro qué es lo que necesitan para ser felices: pasar tiempo con los suyos y disfrutar de sus nietos tanto como la vida les permita.

Esto nos deja bien claro que, al final de nuestros días, nada que hayamos comprado se vendrá con nosotros. Por eso ellos saben que la verdadera riqueza está en esos momentos.
A día de hoy, el tiempo no puede comprarse. Piénsalo antes de gastarlo en algo que no te valdrá cuando te vayas.
Más jugar al mus y menos wifi
Cada año que pasa creemos estar más conectados y cerca de nuestros seres queridos. La realidad es que les vemos, sí, pero a través de una pantalla.
¿Te has dado cuenta de que los abuelos rehúyen de esto? Ellos quieren contacto físico y tener delante a las personas que quieren. Prefieren un rato de charla, de jugar al mus o de pasear porque es como realmente pueden conectar con el resto.

¿Resulta extraño verdad? Son capaces de conectar e interactuar con los suyos en ausencia de wifi, cosa que parece imposible para nuestras generaciones.
Viven al ritmo del sol y la luna
Esto sí que es algo que va en la propia naturaleza del ser humano y que hemos perdido por completo. Algo tan sencillo como arrancar el día con las primeras luces del sol y terminarlo cuando sale la luna.
Nuestros ritmos están alterados por el estilo de vida y los malos hábitos que llevamos, y todo esto repercute en nuestra salud e indirectamente en nuestra felicidad.
Puede parecer algo simple y poco relevante, pero la realidad es que el ser humano está diseñado para funcionar bajo este ritmo y lo único que hacemos es alterar nuestros procesos naturales.
No verás a un abuelo trasnochar viendo vídeos en YouTube y tampoco le verás quedarse en la cama hasta las once de la mañana. Nos llevan años de ventaja.
Cocina de la huerta, el mar y la montaña
Aquí es donde también pecamos de creer que hemos progresado. Tenemos supermercados con todo tipo de productos a nuestro alcance, pero no por ello nos estamos cuidando.
Dar un paseo hasta un mercado donde vendan productos frescos, o incluso coger tus propios alimentos debería formar partes de nuestras rutinas diarias.
Para mantenerse activos y vitales hasta pasar los ochenta y noventa años, saben que deben alimentar bien a su cuerpo. Es por ello que siempre han comido alimentos naturales y han huido de los procesados. Evidentemente, también por la falta de recursos y porque prácticamente no existían.
Todos hemos escuchado entre risas algo como: “eso son porquerías”, “si quieres trabajar duro, come un buen puchero” o “esas cosas de ahora no alimentan”. Pues sin ser tener conocimiento en nutrición ni fisiología, tienen más razón que un santo.
A pocos abuelos verás comiendo bollos industriales o bolsas de patatas.
Así nos va a nosotros.
Prefieren dar a recibir
¿Cuántas veces habremos visto a los abuelos priorizando el interés de sus hijos o nietos en lugar de actuar de forma egoísta?
Un abuelo que regala a sus nietos aquella figura que guardaba en la estantería para que nadie la tocase. Una abuela que da algo de dinero a sus nietos a escondidas para que la madre no la regañe. Unos abuelos que preparan un tupper de comida con lo que tienen en la nevera para que coman “casero” sus nietos de la ciudad.

No tienen que esforzarse, les sale del alma. Entienden que ver la alegría de los demás ya es suficiente regalo.
El victimismo no va con ellos
Habiendo pasado situaciones realmente complicadas, periodos históricos que a nadie le hubiera gustado vivir, entornos con pocos recursos y escasas comodidades, no les escucharás quejarse.
Los abuelos saben que lo que tienen se lo han ganado a pulso con su esfuerzo y sudor. Nadie les ha regalado nada y, aun así, no pierden el tiempo en quejarse de contar lo mal que lo han pasado. Saben que sirve de poco.

Y ahora que lo tenemos todo, hacemos un drama por absolutamente todo. Si no hay wifi, si el repartidor de comida tarda más de la cuenta o si no han sacado aún la última temporada de una serie.
¿Te das cuenta de lo ridículos que somos a su lado?
Estos son sólo algunos de los muchos hábitos de vida que podríamos analizar de nuestros abuelos y que estamos perdiendo poco a poco, sin darnos cuenta de lo importantes que son para nosotros como humanos y de lo que repercuten en nuestra salud y bienestar general.
Piénsalo bien
De verdad, para unos minutos a pensar qué estás haciendo en tu día a día y verás cómo vas en contra de nuestros hábitos naturales. Cuanto antes te des cuenta, antes podrás poner remedio y empezar a ser un poco más feliz.
Los abuelos tienen muchísimo que enseñarnos de la vida. Puede que se hayan quedado obsoletos en muchas cosas, pero en los aspectos clave, siguen siendo la referencia que debemos tomar.
Los abuelos deberían ser los verdaderos influencers. Nos iría mucho mejor, sin duda.
Si te fijas, todos estos hábitos ya los hemos comentado en otras entradas y, además, se parecen bastante a los que ya comentamos en la entrada de Ogimi, acerca de una de las poblaciones más longevas del mundo. ¿Crees que es casualidad?
#TOCAVIVIR
Libros empleados
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